UN AMOR DE LLUVIA
Cuando iba a segundo de BUP en la
clase de francés, que yo tenía como asignatura optativa, prepararon una
excursión a San Juan de Luz en la frontera francesa para que practicásemos
nuestros escasos conocimientos. He de decir que no dije ni una sóla palabra en
francés a excepción de “merçi” cuando compraba algo. Pero ese viaje que
no sirvió para mejorar mi uso del idioma galo me dio una oportunidad fantástica
de añadir una pieza maestra a mi colección de fotos de la actriz que más amaba.
El destino no pero sí la casualidad hizo que ese fin de semana de Mayo hiciese
quince años de su muerte. Debido a eso Le Figaró en su dominical dedicaba la
portada y un amplio reportaje interior a ella, a sus fotos y textos repasando
su vida, sus éxitos profesionales y sus fracasos vitales. Lo compré tirando de
inmediato el periódico. No era un estudiante demasiado aplicado a la lengua de
nuestros vecinos a pesar de ser afrancesado hasta la médula. Al regresar
coloqué la portada de Le Figaró en mi carpeta del instituto. Por la otra cara
puse una foto de Los Planetas. Idolos también. No era la carpeta decorada de la
manera más ortodoxa y lo más que conseguí era una mueca de incredulidad al
confirmarles que sí, que era una foto de la actriz de Sissi. Esa carpeta
decorada de la misma manera me acompañó el curso siguiente en tercero, en COU y
toda la carrera en la Universidad.
Al año siguiente hice otra
excursión con la clase de francés, esta de varios días, a París. Estando allí,
en una tienda de memorabilia cinematográfica, compré una foto de una Romy
joven, hermosa, llena de vida que enmarqué al regresar a Torrelavega y colgué
en mi cuarto como si se tratase de una familiar. O de una novia. Y la otra cosa
que hice fue coger la guía de teléfonos en el hotel que nos alojábamos y buscar
cuantos Biasini D. había en París. Sólo había uno. No podía ser otro que el
teléfono de la casa de Sarah y su padre. Apunté el teléfono en una agenda con
el corazón acelerado, casi queriendo escapar de mi pecho. No me atreví a
llamarla durante la excursión. Me parecía ridículo, ¿qué le iba a decir? ¿Qué
hace años vi una foto suya en una revista de cotilleos y me enamoré de ella y
luego de su madre fallecida dieciséis años antes?. Y que la llamaba para…para
nada. Era una idea estúpida.
Regresamos a Torrelavega y unas semanas más tarde me acerqué a una cabina con muchas monedas y fui metiéndolas una a una con el corazón otra vez queriendo escapar de mí. Llovía de manera torrencial y el agua caía hasta mis zapatos resguardados en aquellas cabinas cerradas de antes. Tome aire mientras me temblaban las piernas. Marqué el prefijo de Francia. Marque el prefijo de París y mientras marcaba el teléfono apuntado en el hotel repetía entre dientes “Il est Sarah maintenant?”. No tenía ningún plan para seguir tras esa frase pero me daba igual. Tras unos tonos al fin una voz de mujer, no de una chica adolescente, se escuchó al otro lado. Medio trastabillándome pregunté “Il est Sarah maintenant?. La voz de la mujer comenzó a hablar muy rápido en un francés imposible de comprender por mí y entonces colgué. Me fui corriendo a casa, avergonzado, y jamás repetí mi intento de contactar con Sarah.
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