miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 9

LO IMPORTANTE ES AMAR

Uno de los ciclos de la filmoteca de Torrelavega era de cine extremo y polémico. Entre las películas estaba la extraordinaria “La Mamá y la Puta” de Jean Eustache o la famosa “Sweet Movie” de Dusan Makavejev probablemente la película más chocante que jamás había visto hasta ese momento.  Pero lo que me causó más ansiedad es que en ese ciclo estaba “Lo Importante es Amar” de Zulawski. Yo sólo había visto una película de Zulawski por televisión, “Mis Noches Son Más Hermosas que tus Días” protagonizada por su esposa Sophie Marceau mucho antes de volverse una pequeña estrella y sex simbol internacional tras ser la mujer de Mel Gibson en “Braveheart”.

De ”Lo Importante es Amar” siempre había leído que era la interpretación más descarnada y extraordinaria de Romy Schneider. Sabía que estaba entre las películas favoritas de Terenci Moix gran fan de Romy y del que conocí una semblanza de la actriz que publicó en El País Semanal en la que hablaba de la belleza y el parecido de Sarah con su madre. Y de la trágica vida de una estrella tan fulgurante, tan talentosa.

Es curiosa la cuestión genética y de tradición. Romy era nieta de una afamada actriz de teatro austriaca, Rosa Rhetty. Actriz durante los últimos vestigios del Imperio Austrohúngaro al que luego Romy representaría para el mundo en su esplendor en la serie de Sissi, tenía debilidad por su nieta y esta por ella. Con su madre Magda Schneider de la que tomaría su apellido artístico la relación no era igual. Desde niña la tuvo en el ambiente del cine y a través de ella comenzó a actuar. La amistad de Magda con Hitler es un hecho muy documentado, tanto como la admiración de esta por el sanguinario dictador y de él en el plano carnal (algunos llegan a afirmar que fueron amantes). A Romy esto siempre le horrorizaría. Incluso en una película discreta como “El Viejo Fusil” que vi en el ciclo de cine francés de mi instituto haría de judía en la era de la ocupación.

Su hija Sarah Magdalena decía cuando era adolescente que no tenía ninguna intención de ser actriz. Que quería estudiar y llevar otra vida. Pero no sé si la vida, la tradición o la insistencia de terceros llevó al fin a la pequeña a ser actriz aunque sí que hizo una licenciatura en La Sorbona. No es una gran actriz o aún no ha tenido un papel para demostrarlo. En cine casi todo son apariciones anecdóticas, muy secundarias y en las que yo he visto, no destaca demasiado.

Tanto Magda como Sarah se parecen mucho a Romy. Mirándolas es imposible no darse cuenta de que son familia. Son parecidas, incluso similares, pero tanto la madre como la hija son mucho menos hermosas. A años luz de la belleza de Romy. No hay algo que las diferencie demasiado, incluso Sarah tiene esa mirada triste marca de la casa de su madre. Pero además de un mentón demasiado ancho hay algo que no funciona bien en su cara para ser armoniosa como sí pasaba en Romy. Con Magda pasaba lo mismo. Había algo poco estilizado en su rostro, algo que se pulía en su hija. Y luego está la cuestión del talento.

La película me dejó sin palabras. Hasta el día de hoy es mi película favorita. Un tótem vital insuperable. No sólo es la mejor película en la que participó Romy sino que es la única a la altura de su inmenso, infinito talento. La carnalidad que desprende el frágil personaje que interpreta, Nadine Chevalier, se hace indistinguible de la triste vida de la actriz. Basada en una novela llamada “La Noche Americana” de Christopher Frank, que nada tiene que ver con la divertida película de Truffaut, el argumento trata de una actriz caída en desgracia que tiene que dedicarse al cine pornográfico para que ella y su desgraciado y demente marido (Jacques Dutronc) puedan sobrevivir. Un joven fotógrafo (un excelente Fabio Testi antes de su ridículo paso por cuanto reality le proponían) entra en uno de los rodajes en el que participa Nadine Chevalier y saca unas fotos a escondidas. Tras ser descubierto y huir como puede se obsesiona con Nadine y decide que ella merece tener la oportunidad de mostrar su valía y, consiguiendo dinero de manera turbia, produce en secreto una obra de teatro en la que ella será la estrella. El  director de la obra interpretado por un desquiciado Klaus Kinski trata de sacar lo mejor de ella. Una trama llena de personajes excéntricos, maniacos, locos y enamorados por encima de todo, con un amor irracional que traspasa la pantalla con una violencia que yo no reconozco similar en otras historias, de la misma manera que deambulan como despojos a los que sólo ese amor dignifica. La sobrenatural música de George Deleure (con ecos a otra música suya para otra película igualmente maravillosa “Le Mepris” de Godard) es la guinda que convierte todo en una tragedia de magnitudes irracionales. Una película histérica en la que todos gritan, tiran cosas al suelo o contra otros personajes, una fotografía feísta hasta extremos desagradables y, en medio de todo ese caos, una Romy Schneider apenas maquillada por ella misma ofreciéndose con una generosidad como interprete pocas veces vista.

Explicar la película no tiene sentido porque todo va a ser injusto con ella. Dada mi obsesión con la misma decidí llamar N. Chevalier, en honor al personaje de Romy, a un efímero proyecto musical que tuve junto a mi hermano y del que quedó como herencia una sóla canción. Una curiosidad es que el plano más conocido de la afamada “Olvídate de mí” de Michel Gondry es un homenaje a uno mucho más hermoso y con más lecturas que hay en “Lo Importante es Amar”.


El rodaje parece que fue tomentoso, duro. Zulawsky se llevó a Romy a su casa para no dejarla descansar del personaje (algo que no era necesario porque ella vivía tanto sus personajes que a veces la hacía enloquecer). Ella en pantalla parece siempre al borde de romperse. Cuando sonríe su rostro adquiere una profundidad en su tristeza que es imposible mantenerse impermeable a ella.  Jamás volvieron a trabajar juntos aunque el director comentó que tenía un guión escrito para ella pero que, tras su muerte, no se realizaría jamás.


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