sábado, 11 de enero de 2014

Planes

Creo que toda mi vida, desde que era muy pequeño, me la he pasado haciendo planes e imaginando qué me esperaba y, a veces, deseándolo con tanta fuerza que estaba seguro que pasaría sin remedio. Siempre fantaseaba en cómo sería el verano, los regalos de Reyes, el curso próximo, cuando fuese a la universidad, el momento en que me enamorase, cuando me casara y la excitante vida que me esperaba una vez llegase a lo que consideraba “ser mayor” (de niño algún lugar impreciso de la veintena en adelante).

Como a casi todos enfrentar la realidad a la fantasía nos traía no pocas frustraciones. El verano era tedioso en muchos momentos, los regalos de Reyes nunca cumplían las expectativas (familia humilde obliga), el siguiente curso siempre era muy parecido al anterior, la universidad era como el instituto pero sin los repetidores que hacían chistes en alto y con muchos profesores que sólo parecían saber de lo suyo y nada sobre el resto de cosas, el amor tenía un defecto llamado desamor, el matrimonio, pues por ahí estará, he escuchado sobre el y, a veces, mi excitante vida se ha convertido en una pequeña sucesión continua de decepciones. Sobre todo conmigo mismo.

Pero, a pesar de todo, jamás he dejado de hacer planes y seguir esperando por un cambio, por algo que diese sentido a la espera, a las esperas. Porque, a veces, la vida es básicamente esperar. Y, a veces, esperar da resultados. Y, a veces, las fantasías sobrepasan las realidades. Y, a veces, uno piensa que todo lo anterior no era la pérdida de tiempo que parecía sino la preparación para otra cosa que, en otro momento, en otro lugar con los mismos protagonistas hubiera sido muy diferente. No hablo del destino y no me estoy poniendo Paulocoelhesco o al menos no lo estoy intentando. Hablo de todas esas cosas que ocurren al margen de lo esperado justo cuando seguíamos esperando. Y que superan, en mucho, todo lo imaginado, todo lo deseado.

No es sorpresa adivinar que estoy hablando de J. Hoy es 11 otra vez pero no es un 11 cualquiera. Hoy es el último 11. Y, a veces, no está mal que algo sea lo último aunque ese algo haya sido muy bonito, te haya dado muchas alegrías o haya determinado el amor hacia una persona.

Desde hace un tiempo hago planes que no son en primera persona del singular y los planes se vuelven conjuntos. No el tú y el yo sino el nosotros. Y, a veces, es tanta la emoción que me entra miedo a que se vuelvan como el resto de planes, deseos, anhelos y acaben por no materializarse. Pero tengo la estúpida convicción de que sí pasará. Y no es un bobo optimismo Lo digo porque ya está pasando.

Al pensar en planes recordaba la canción de Le Mans “Mejor Dormir”. Es una de mis canciones preferidas de uno de mis grupos favoritos. La sencilla descripción de lo que puede ser un simple domingo en una pareja de enamorados llena de actos normales, de arrumacos y, por supuesto, de planes en pareja. Planes como salir a pasear en el coche y perderse y perder el tiempo. Pero hacerlo juntos. Cuando J y yo planeamos esas cosas, cuando jugamos a ser encantadoramente convencionales es de los momentos que más disfruto. Y, a veces, me darían ganas de que sólo fuese un domingo interminable de planes que dejamos de hacer por pereza. Por esa pereza que nunca se valora lo suficiente.


Ahora cumpliremos los planes inmediatos para pasar a los de más adelante. Y, a veces, no podríamos ni recordarlos. Hay planes para mañana, para el próximo domingo, para el lunes 20 (¡vamos al cine!) o para el próximo Mayo. Y para la navidad siguiente y el 2015. Sin miedo a que algunos se nos vayan quedando por el camino. Sin tiempo a lamentarnos por ellos porque nosotros, o sea, nosotros, tenemos tantos planes como amor: para derrochar.