lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 1

MI PRIMER AMOR

Descubrí a Romy Schneider por casualidad, como suelen suceder muchas de las cosas más emocionantes e importantes de la vida. Yo tenía catorce años y estaba ojeando la revista Hola y en ella aparecía un reportaje sobre la hija de una actriz muerta años antes. A pesar de mi cinefilia temprana jamás había escuchado el nombre de esa actriz. La chica, un año menor que yo, era fotografiada en un yate en unas vacaciones en Saint Tropez junto a su padre. Era verano y yo estaba de vacaciones en el instituto.

El titular del reportaje era “El Destino No Existe”. Sí, es extraño que en Hola se cuelen cargas de profundidad filosófica, y más dichas por una niña de trece años, pero así era. Ella me pareció preciosa. Su nombre era Sarah. Sarah Magdalena Biasini. Estaba acompañada de su padre que se llamaba como yo, Daniel. Daniel Biasini. El artículo estaba lleno de fotos, como es habitual en la prensa del corazón, y yo lo recorté. No era nada extraño. Tenía (y debo tener por algún lado) docenas de recortes de prensa que me llamaban la atención, noticias extravagantes o simplemente redactadas de una forma tan ininteligibles que las hacían humorísticas. En muchos casos eran atroces asesinatos o muertes violentas con el componente de la estupidez adosado. En otros como este era que, simplemente, me llamaban la atención por otros motivos.

Era un tiempo en el que buscar información era una tarea ardua. Lo primero que hice esa misma noche fue acudir a las dos enciclopedias que había en casa. Una de Salvat que mis padres habían coleccionado durante meses hasta completarla y otra regalada por un banco. Esta última era una auténtica mierda. Peor que la Wikipedia en español, no digo más.

Poca información pude encontrar fuera de que era una actriz austriaca nacida al final de los años 30, hija de actores y que alcanzó la fama interpretando a la Emperatriz Isabel de Austria en una serie de películas de una saga llamada Sissi. Que más tarde deja los papeles que le habían proporcionado éxito siendo una adolescente para encarnar otros más adultos y convertirse en una de las actrices europeas más importantes de los años 60-70. Que había ganado dos premios Cesar y que había muerto muy joven en circunstancias poco claras: suicidio o ataque al corazón.

Al día siguiente me fui a la biblioteca. La biblioteca de una ciudad pequeña como Torrelavega era muy limitada y la sección de cine, como era esperable, para llorar. Aún así en un diccionario de cine pude encontrar algo más de información. Tuvo una turbulenta relación con Alain Delon (a este sí lo conocía) y llegó a actuar en películas de Orson Welles, Visconti, Sautet (para que la que fue una especie de musa) o junto a Woody Allen, mi ídolo máximo, en un filme con guión de este.

Todo me parecía atractivo y estimulante. Pregunté a mi madre si la conocía. Efectivamente era así. Ella había sido muy muy famosa gracias a Sissi y  mi madre, en su infancia, tenía un álbum de cromos de la película, en la que se contaba la misma historia a través de fotos. Por desgracia mi madre dijo que en una mudanza al tener que, deshacerse de cosas, ese álbum de cromos fue uno de los nominados para la expulsión. Se había arrepentido por el valor sentimental (aún no existía Ebay para dotar del extra del valor crematístico al sentimental) y recordaba la felicidad que tuvo al terminarlo. Me contó que había varios, uno por cada película de la serie. Que la habían visto en el cine de su pueblo, Beranga, ella y sus hermanas. Un cine itinerante que una vez a la semana ponía películas en la pequeña localidad. Me habló de su muerte. Ella recordaba que se había suicidado y que su hijo había muerto en un accidente absurdo y horrendo. Al saltar una valla resbaló y los hierros le atravesaron el pecho para salir por la garganta. La agonía fue larga mientras los bomberos trataban de sacarlo ante la histeria angustiada de su madre que veía como su amado hijo David moría ante sus ojos. Mucha información de una fuente inesperada, mi madre.


Poco a poco pude ir leyendo más sobre ella, viendo algunas de sus películas (en los 90 Tele 5 emitía la trilogía de Sissi y sus otras dos películas de princesas centroeuropeas “La Panadera y el Emperador” y “Los Jóvenes Años de una Reina”. Me compré una rutinaria biografía y descubrí que tanto en el Hola como en otras revistas del corazón, de vez en cuando, salía algún reportaje de Sarah. Una amiga (mi mejor amiga, mi única amiga en aquel momento) me conseguía algunos de esos artículos porque en su casa eran bastante habituales de ese tipo de revistas.

En un ciclo de Claude Sautet en la 2 vi todas las películas que hicieron juntos: “Max y los Chatarreros”, “Una Vida de Mujer”, “El, yo…el Otro”…las películas habían sido muy exitosas y reputadas en su momento pero se habían quedado desfasadas. Era un cine adulto muy del gusto de los años 70 con conflictos de la mediana edad pero que ya no funcionaban. A pesar de la habilidad con que estaban filmadas ninguna se podía acercar a un film contemporáneo del propio Sautet que vi por esas fechas “Un Corazón en Invierno”, una auténtica obra maestra esta sí, atemporal. A pesar de todo, aunque las películas no fuesen perfectas en todas destacaba la poderosa presencia de Romy Schneider. Sin duda había elegido bien a la hora de hacerme un ídolo porque ella era una actriz espléndida. 


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